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La casita del horror

La leyenda de Doña Inés de Saldaña

A principios del siglo XVIII, más o menos por el año 1709 en la Villa de San Francisco vivió un noble llamado Don Jorge de Saldaña, junto a su hija Doña Inés, quien perdió a su madre cuando estaba a punto de nacer, por lo que fue cuidada por una ancianita que le dedicó su vida desde muy pequeña.

Se cuenta que Doña Inés era una hija de familia, a la que no se le permitía salir más que los viernes y domingos con el único fin de asistir a la iglesia, ya que su padre sospechaba que mantenía un amorío con Arturo Sandoval, el hijo de un encomendero, o por lo menos eso decía él, aunque algunas personas afirmaban que era recibido por la joven a altas horas de la noche.

Don Jorge cuidaba celosamente a su hija, tratando de evitar el romance que presentía se estaba dando, y una buena noche sus sospechas fueron confirmadas cuando Arturo estaba escalando hasta el balcón de su amada.

Dona Ines de Saldaña
Dona Ines de Saldaña

Fue en este momento cuando Don Jorge apareció abriendo las puertas repentinamente, desenfundando su espada mientras gritaba…

-Te voy a matar-

Doña Inés le rogó a su padre que no lo matara, que él era un buen hombre y que no tenía malas intenciones. Pero Don Jorge estaba furioso y no permitiría que se siguieran viendo mientras él estuviera con vida.

-Se perfectamente quien eres-

-Eres el Barbillas, al que llaman “el azote del mar”, aquel que ha incendiado pueblos y que secuestró a Don Fernando Meneses Bravo, jamás dejaré que te cases con mi hija-

Al escuchar estas palabras Doña Inés se desmayó cayendo en el suelo sin saber qué es lo que estaba ocurriendo. Fue en este lapso cuando ambos hombres iniciaron un encuentro de espadas, que se prolongó hasta que el padre agobiado recibió un corte certero en la garganta que le arrebató la vida.

Doña Inés solo despertó para mirar a su padre morir, y el impacto fue tan grande que se sumergió en la locura. 

Se dice que aquel pirata que seducía a Doña Inés, se sacudió, tomo sus cosas, se acomodó sus ropas y como si nada hubiera ocurrido se marchó, olvidando a Doña Inés quien nunca recuperó su salud mental.

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