Hace muchos años, existió en Colima, México, un hermoso pueblo, llamado Comala, donde habitaban personas alegres, amables y generosas, y todos se trataban como familia, a pesar de no estar emparentados.
Allí vivía una joven pareja, cuya cabeza del hogar se llamaba Jorge, y se dedicaba a labores del campo en una hacienda ubicada cerca de su casa, a las afueras de centro del pueblo donde solo había comercios.
Jorge era considerado un hombre muy afortunado, pues tenía como esposa a la mujer más bella del pueblo, de nombre María, una ama de casa abnegada; y sin hijos, el único objeto de todo su amor era su esposo.
Sin embargo, la vida en casa para Jorge no era del todo placentera, su esposa era muy celosa y constantemente le reprochaba las largas horas de trabajo y encuentros o saludos cordiales con mujeres del pueblo.
Un día, ambos fueron invitados a un baile en la finca de una acaudalada familia de la región, pero por la diferencia de clases sociales, Jorge y María decidieron no ir, más por cortesía debían informar que no asistirían.
Jorge se apresuró a resolver ese detalle mientras María se quedó en casa esperando, impacientemente mirando el reloj y siendo consumida por los celos enfermos que le decían que su marido debía estar con otra mujer.
Haz bajo la manga
Pero ella tenía un plan, era descabellado, era peligroso, era extremo, y era obscuro: venderle su alma al diablo, a cambio del regreso, amor eterno y fidelidad de su esposo, y no daría marcha atrás a esa idea desenfrenada.
María pronto lo arregló todo para iniciar un ritual e invocar al mismísimo satanás para pactar con él, quien gustosamente acudió al llamado y aceptó. Pero María desconocía las consecuencias de su terrible acto.
Movida por los celos, el demonio la sedujo, cultivando esa idea, llenándola de ira y un límite obsesivo compulsivo que la llevó directo a la muerte en un foso cercano a un pequeño y antagónicamente hermoso lago en Comala.
Jorge finalmente regresó, nervioso por lo que había tardado y prediciendo a lo que se enfrentaría al llegar a casa, pero contrario a lo que esperaba solo encontró silenció. Su esposa no estaba, temió que hubiera salido a buscarlo.
Con esa idea se fue a buscarla también, no hallándola en ningún lugar, probable o improbable. Tanta fue su preocupación que todo el pueblo se le unió, hasta que finalmente la encontraron en la profundo de un foso.
Continúa…
Jorge quedó devastado y muy confundido cuando vio que su amada esposa ascendía flotando desde aquel foso, y alejándose de él todavía más, su cuerpo sin vida se dirigió al centro de la laguna, donde se hundió para siempre.
Aun consternados pero entendiendo –a medias– lo que había sucedido, los hombres del pueblo se dispusieron a buscar el cadáver de María en el lago durante largos días; fueron muy meticulosos, pero nunca lograron encontrarla.
Todavía hoy, en cada noche de luna llena, el espíritu de María sale a la superficie, llorando porque perdió la vida y familia perfecta que pudo haber tenido con quien fue su único amor, y también el motor de su desdichado final.