En la calle Uruguay se encuentra la vivienda que es el centro de la historia, está identificada como el #94. La leyenda que abriga data del siglo XVI, época de hábitos más serenos que los actuales.
Allí vivía Don Juan Manuel de Solórzano, un hombre que parecía gozar de la buena vida. Posiblemente, el sujeto sintiese que estaba en la cima de la vida.
Era joven, tenía una excelente fama, gozaba de un patrimonio considerable y tenía una mujer hermosa por esposa. En definitiva, parecía que todo marchaba sobre ruedas para él. Sin embargo, las apariencias no muestran la realidad.
Don Juan Manuel tenía un pequeño problema que sería su condenación y ruina absoluta. Padecía de unos celos enfermizos que le hacían incluso delirar, torturarse por cosas que imaginaba aún sin fundamentos. Ni siquiera por indicios claros.
Un pacto de muerte y perdición
La felicidad de Don Juan Manuel se empañó por los celos que hacían mella en él. Tenía tiempo sospechando que su mujer tenía un amante, las dudas crecían con cada día que pasaba.
El hombre se volvió un títere de tal emoción. En su obsesión comenzó a seguir a su esposa, a vigilarle sin descanso. El tormento de pensarse el esposo traicionado y burlado le robaba cualquier atisbo de paz.
Se retorcía con el pensamiento de que se aprovechaban de él y su generosidad. Por supuesto, aquella actitud era insostenible. Tal comportamiento le consumía todas sus fuerzas, le monopolizaba el tiempo y lo hacía menos razonable cada segundo.
¡Todo ello explica en qué locura paró! Desesperado y cegado por sus imaginaciones, vendió su alma al diablo con tal de saber con quién lo traicionaba su mujer.
Eran las 11p.m. de una noche sin luna, cuando Don Juan Manuel montó guardia cerca de su hogar a la espera de su esposa. Quería verla llegar con el susodicho amante que lo ponía en ridículo.
Finalmente, atisbo a un hombre que caminaba por la acera. Sin vacilar y presa de la ira, se abalanzó contra él hundiendo un puñal en el área pectoral. Los pactos de esa clase paran inevitablemente en desgracia, el hombre lo entendió muy tarde.
El diablo lo engaño, lo burló. Don Juan Manuel asesinó a un individup ajeno al problema, a un alma inocente. Por sus crímenes, está condenado a la matanza de varones desventurados en busca de un culpable que quizás nunca existió.
Cerca de la casa
Se cuenta que aquellos que caminan por la calle Uruguay de noche, frente a la casa deben andarse con cuidado. Dado que se encontrarán con un sujeto alto, oculto con una capa negruzca que le consultará la hora.
Si el sujeto incauto contesta que dan las 11 p.m., recibe por respuesta: “afortunado el que sabe la hora de su fin”. Entonces, como lo hiciera la primera vez apuñala con furia en el pecho al hombre.
Otros relatan que Don Juan Manuel se fue sin dejar rastro. En cuanto a su esposa que se deduce era inocente, terminó por contraer nupcias con otro joven.
Ni el tiempo ni la leyenda socavaron el esplendor de la casa marcada como la #94 de la calle Uruguay. Además, está protegida por el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Está abierta para los visitantes. De hecho, allí se celebran variedad de eventos y festejos privados. Entre ellos, aniversarios y bodas, sin que pierda su asociación con la leyenda.