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La casita del horror

La leyenda de la última cita

La última cita

Las tragedias románticas son un género literario y hasta cinematográfico en nuestra actualidad que siempre ha capturado la atención de jóvenes y adultos.

Como ejemplos claros podemos mencionar a Romeo y Juliete que prefirieron la muerte antes que vivir en un mundo donde el objeto de su amor no existiera más.

Otra obra similar es Gonzalo e Isidora, quienes aun después de la muerte, daban fe de su amor cuando las ramas desde sus tumbas se entrejuntaban una y otra vez.

Sin embargo, algo que en específico estas dos historias guardan en común es que la prohibición del amor que se tenían era una imposición por parte de sus familias.

Mientras tanto, en la vida real parece no ser tan común –no de forma pública– pero si es un mal que se extiende desde antaños hasta hoy, y hay algo que aprender.

Así mismo, sucede en la historia a continuación, una leyenda del siglo XX, que fantasía, se sigue contando entre generaciones, oriundos mexicanos y turistas.

Cuenta la leyenda

A finales  del siglo XIX dos jóvenes enamorados, Leonor y Felipe vivieron un amor sincero y apasionado que prometía una vida feliz hasta que la muerte los separare.

Sin embargo, de parte de ella, su padre sentía aversión hacia el muchacho, por lo que la ilusión muy pronto se convirtió en una historia de desesperanza y corazón roto.

No obstante, como una especie de clave, Felipe pasaba cada tarde por la calle donde vivía su amada Leonor y silbaba la melodía de su canción: El Pajarillo Barranqueño.

El tiempo pasó, y Felipe se unió al ejército, pero antes de irse prometió que volverían a verse y fijaron una fecha para reencontrarse ya adultos para al fin vivir su amor.

Mientras tanto, el padre de Leonor arregló un matrimonio entre su hija con un hombre acaudalado que aseguraría su futuro y con quien tuvo dos hijos: Felipe y Leonor.

Años más tarde, Felipe regresó convertido en el Coronel Felipe García, y en búsqueda de su amada, volvió a silbar para encontrar a una mujer con quien ya no podría estar.

Devastados entre sí, decidieron no verse más, ella se dedicó a su casa y familia, y el a dirigir el combate de aquellos días; y así permanecieron años sin saber del uno del otro.

Nuevamente el tiempo hizo de la suyas, y llegó a aquella región la epidemia de la gripe asiática y el Tifo, tomando a la ahora Doña Leonor como enferma al borde de morir. 

Sus dos hijos y su esposo esperaban en su lecho el trágico momento cuando desde la ventana comenzaron a escuchar aquel silbido en creciente de El Pajarillo Barranqueño.

Leonor repentinamente pareció recobrar el ánimo, se levantó y caminó hacia la ventana, donde balbuceó unas pocas e inteligibles palabras y finalmente se dejó caer muerta.

El suceso no parecía tener sentido alguno, más cuando el origen del silbido no parecía existir, pero había alguien en la ciudad que conocía la historia, y decidió compartirla.

Felipe había muerto en 1914 durante la toma de Zacatecas, pero desde hacía ya muchos años, él y Leonor habían pactado una última cita cuatro años después, ese día.

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