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La casita del horror

La leyenda del cantador

El jardín del cantador

En el interior de Guanajuato laten las leyendas que se han enraizado en la cultura popular. Una variedad de ellas llegan hasta la actualidad como los nombres de diferentes espacios: plazas, calles, callejones entre otros.

Así ocurre con el Jardín Porfirio Díaz, también llamada “El Cantador”. El nombre real de El Cantador, era José Carpio. Se cuenta que este personaje vivió a mediados del siglo XVIII.

En aquella época, los muchachos solían heredar la profesión o el oficio del padre. Constituía un honor muy grande ser panadero o relojero en tercera o cuarta generación.

Por ello, resulta lógico que José Carpio aprendiese los entresijos de la profesión de padre: la minería. Cuentan los pobladores más longevos que era usual verlo como compañero de su padre en las labores. Inclusive lo ayudaba esporádicamente.

Destrezas musicales

En una comunidad tan identificada por la minería como Guanajuato, era sencillo que el joven fuese conocido por todos. Con sus 22 años, sobresalía por algo más que ser un aprendiz de minero.

Sus dotes musicales le granjearon una buena fama entre sus vecinos. Tocaba con destreza la guitarra en toda clase de reuniones familiares. También solía llevarles serenatas a las muchachas del pueblo.

Con su voz de tenor sumado a su habilidad como guitarrista robaba corazones femeninos sin esfuerzo. Para la mayoría de las actividades o eventos en Guanajuato se le contrataba como intérprete.

Hasta que gradualmente, le llamaban “El cantador”. Sin embargo, esa racha maravillosa se interrumpió bruscamente por un accidente en la mina. Laborar allí conlleva muchos riesgos bien conocidos por los mineros, un percance acabó con la vida de su padre.

El luto de las melodías

¿Cómo llevó el joven la pérdida de su padre? Las versiones discrepan sobre la manera en que vivió su duelo. Algunos aseguran que José se “divorció” de la música con juramento de por medio. Parecía estar reacio a rasguear la guitarra de nuevo.

Otro grupo afirma con rotundidad que siguió tocando y cantando. No obstante, todos coinciden en que se convirtió en minero honrando el legado paternal. Compró un zangarro, donde se pulverizaba el metal extraído de las minas.

Esto le permitió amasó una pequeña fortuna que le permitió vivir con tranquilidad de por vida. Dedicándose ahora a la explotación de minerales.

¿Qué papel jugaba la música en su nueva vida? Una versión apunta a que, gracias a las recomendaciones para interpretaciones, pudo sostenerse hasta la compra del zangarro.

Otros comentaban que cuando sus finanzas mejoraron, retomó la guitarra y su voz se expandía por Guanajuato.

Por siempre El cantador

Tras el fallecimiento de José Carpio, el zangarro pasó a otras manos. Se comenta que transcurridos algunos años, fue construida una finca que fue bautizada “El cantador” como homenaje a él.

El tiempo siguió su curso inexorable, la finca dejó de existir. Como indicios de su presencia allí perduraron solo elementos puntuales. Sin embargo, una fracción de la tierra se destinó a un edén que mantuvo el nombre de “El cantador”.

La zona cercana se llamaba el Jardín de las Flores, pero el recuerdo de José Carpio dejó en segunda plana a tal nombre. Los vecinos del patio, aseguran que en el silencio nocturno se escucha con claridad la voz de José Carpio.

Este hecho dista de perturbarlos. Su voz es tan melodiosa que serena cual arrullo materno. El jardín tiene un encanto inquebrantable con sus áreas boscosas.

Sus amplias rutas son perfectas para montar en bici, al sur se encuentra un local donde alquilan bicicletas. Los espacios del jardín son un escenario excelente para un picnic en pareja o con la familia. Será una gran opción para jugar al aire libre, tomar aire fresco y un poco de sol.

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