Las leyendas de cuevas abundan aunque cada una tiene variantes. Si has leído las suficientes te percataste de que algunas son muy similares, casi idénticas, probablemente porque ocurren fenómenos parecidos por todo el país, o tal vez porque cada una ha sido llevada de estado en estado hasta el actual.
Se narra que en una ocasión, había un criador de ganado que solía llevar a sus animales a pastar a las laderas, muy cerca de un cerro. El hombre hacía esta labor cada mañana para terminar por la tarde. Sin embargo una vez al regresar a casa y contar a sus animales, se percató de que le hacía falta uno.
Él no podía darse el lujo de extraviar a una de sus vacas, por lo que preparo sus cosas para salir a la mañana siguiente en su búsqueda y recuperarla.
En un inicio fue al mismo lugar de un día anterior, hasta que poco a poco se fue acercando al cerro donde miro una cueva. Ahí observó que dentro de ella había un pueblito con una iglesia, a la que pasó para conocer un poco mejor. Al salir, miro un árbol y tomó unas naranjas de sus ramas.
El hombre no halló su vaca, pero en cambio al volver se percató que en su camino había nuevas viviendas. Su comunidad cambió extraordinariamente, y al entrar en su propiedad un hombre robusto salió preguntándole que se le ofrecía.
No tenía ni idea de que estaba ocurriendo, pero explicó que esa era su casa, donde residía junto a su esposa e hijo. Entonces salió su mujer llena de canas y arrugas reconociéndolo inmediatamente.
Ella le contó que lo buscaron durante semanas después de que partió, pero que lo dieron por muerto finalmente. Por su lado el también narró su historia mostrando las naranjas que sacó del lugar, y para su sorpresa ambas se habían transformado en oro.
Existen muchas leyendas parecidas a esta. Algunas en las que el protagonista queda atrapado en las cuevas, otras en donde el pueblito está lleno de manjares y comida, y finalmente en la que existió una especie de distorsión del tiempo sin explicación alguna.