Quiero hacerte una pregunta. ¿Qué harías si uno de tus hijos se transformara en un terrible monstruo?
Probablemente no podrás creer lo que está ocurriendo y tratarías de pensar que todo aquello no es más que una pesadilla, una muy terrible de la que quisieras despertar en ese mismo momento. Pues déjame contarte que esto fue exactamente lo que ocurrió en Veracruz.
¿Cómo ocurrieron las cosas?
Todos estos hechos pasaron en el municipio de Tamiahua, en el pueblo de Rancho Nuevo, donde vivía Damasia, la viuda de Abundio junto a su hija Irene.
Después del fallecimiento de su marido, Damasia y su hija dedicaron su vida a servir a la Iglesia, por lo que no era raro que ambas salieran a las fiestas patronales para venerar a los santos.
En una de estas ocasiones y por la petición de su madre, Irene salió en busca de algo de leña para hacer fuego, evidentemente en su búsqueda se fue ensuciando por el polvo que había a su alrededor, por lo que al volver estaba muy polvorienta.
La niña al sentirse tan llena de suciedad decidió que iría a bañarse, por lo que su madre tomándola del brazo la detuvo afirmando que durante los días santos las personas no deben bañarse, e incluso ni siquiera acercarse al agua.
La desobediencia de Irene
Imagínate la escena, tal vez la niña pensó que solo eran habladurías y supersticiones.
Aquello que le dijo su madre no le agrado nada a Irene, y saliéndose de las manos de su mamá le contestó que con el perdón de dios, pero que por lo menos iría a lavarse un poco la cara, así que tomó un jabón y se fue a un lago cercano.
Pero la vida da muchas vueltas y más tardó en irse, que en lo que se escucharon sus gritos pidiendo auxilio, su madre por supuesto corrió para ayudarla pero en cuanto llegó presenció el verdadero horror.
Del agua se levantó una ola enorme que arrastró a su hija hacia el centro del lago y mientras esto sucedía, sus piernas se comenzaron a transformar en una especie de cola de pez, su rostro se inició a deformar de una manera espantosa, y de sus manos a salir unas enormes garras con las que de un zarpazo podría acabar con un humano.
Su madre también pidió socorro y más gente fue llegando, pero al intentar sacar a la criatura para ayudarla, esta se levantó del agua diciéndoles ¡Peten ak, peten ak!, que significa giren.
En ese momento todos entendieron que aquella criatura había consumido a la niña en maldad.
Muchas personas cuentan con espanto esta historia hasta el día de hoy, sabiendo que aún se puede ver a ese ser nadando entre diferentes ojos de agua.
Se cuenta que desde ese día la madre de la niña visitó ese ojo de agua cada año durante los jueves santos, con la esperanza de que un día su hija le fuera devuelta.