Las almas en pena, suelen vagar por el mundo buscando aliviar su culpa, por algún pendiente que dejaron en vida o algún castigo divino. Esta leyenda se remonta a 1795 en un sitio donde el agua corre cristalina, pura y donde se piensa existen almas errantes hasta nuestros días.
Se cuenta que en uno de los rincones más apartados de la sierra madre occidental, corría agua inaccesible que nadie podía disfrutar. En ese sitio, se reunieron los mexicas para sacrificar vírgenes ofrecidas a los dioses, dejando sus cuerpos entre los muros donde finalmente terminaban cubiertas por agua.
Mucho tiempo después algunas personas hallaron el lugar, y observando sus majestuosos paisajes se zambullían para nunca salir. Prácticamente todas las familias tenían a algún familiar, algún primo o vecino que murió ahogado ahí.
Una de las historias más conocidas es la de Carlos Labastida, un hombre que trabajaba buscando cultivos de tabaco ilegal. Un día Carlos, su hijo Ignacio y tres hombres más recorrían la sierra, buscando plantíos, cuando miraron el agua que los invitaba a darse un baño, o por lo menos una remojada antes de continuar su camino.
Padre e hijo se arrojaron al agua, e inmediatamente sintieron como unas veinte manos los arrastraron al fondo. No sabían que estaba ocurriendo, pero cuando cobraron conciencia unas treinta mujeres cercenadas y sin corazón los rodeaban.
Esas féminas los mantenían vivos con su poder mágico. Los llenaron de besos, caricias y un sin fin de mimos dispuestas a satisfacer sus propios deseos. Las mujeres les contaron que existía un grave problema, ellas no podían hacerlo con los vivos, así que los dejaron ir a cambio de un trato.
Aquellas doncellas exigían a sus tres amigos de la superficie. Sus cuerpos deberían llegar sin corazón, al fondo del agua, justo como ellas.
El resto de la historia es poco clara, pero Carlos y su hijo salieron vivos de esa experiencia. Podríamos asumir que aceptaron los términos para salvar su vida.
Después de ese día, solo se sabe que una persona cayó ahí, y logró salir sin ser jalado al fondo. Muchas personas creyeron que finalmente la maldición había terminado, pero en su lugar hallaron a un español colgado de un árbol
Según la tradición escrita dice que aquel hombre colgado era nada más y nada menos que Ignacio, que arrepentido por lo que hizo volvió ahí solo para acabar con su vida.