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La casita del horror

La leyenda del encapuchado del jardín

Esta leyenda nos transporta a un Aguascalientes antiguo, donde no existían los automóviles, las calles eran recorridas por mulas o burros de carga los cuales llevaban mercancía y eran guiados por un carrero.

Este era, además, un pueblo tan pequeño que si ocurrió algo, no tardaría mucho para que todos los habitantes se enteraran sobre eso.

El relato nos cuenta que, en esa época, se podía ver a un fraile encapuchado con una calavera en su mano, que salía del templo de San Marcos. Todas las personas que vivían en las casas cercanas, podían observar esa figura, la cual les llenaba de miedo.

Esta sensación escalofriante, se apoderaba de las personas, las cuales comenzaban a emitir oraciones por el descanso de esa alma que seguramente se encontraba en pena.

Sin embargo, con el paso del tiempo, las madres y padres les decían a sus hijos que si no se portaban bien, entonces iría tras ellos aquel monje de San Marcos. Esto les aterraba, pero lo hacían para conseguir que sus pequeños no les desobedecieran.

El encapuchado del jardín
El encapuchado del jardín

No pasó mucho para que esto se difundiera por el pueblo, lo que ocasionó que, cuando caía la noche, las personas sintieran pánico al encontrarse en el jardín de San Marcos, pues se encontraban con esa figura tan tenebrosa. Algunas personas que lo veían huían despavoridas, mientras que otras se desmayaban por la impresión.

Tiempo después, Don Antonio estuvo conversando con amigos para hallar la forma de enfrentarse a ese espíritu que frecuentaba el lugar, aunque no salía de ser solo una conversación.

Sin embargo, luego de algunas vacaciones, finalmente Don Antonio y sus amigos se pusieron de acuerdo. Esa noche irían en parejas a enfrentar al monje espectral. Y así fue, estando en el jardín de San Marcos se ubicaron en las distintas entradas del templo, esperando al monje.

Cuando finalmente lo vieron venir, esperaron a que se acercara más y uno de los presentes se lanzó encima del monje, golpeándolo y arrebatándole la calavera. Sin embargo, y para sorpresa de todos allí, se dieron cuenta que no se trataba de un espíritu, si no del sacristán de la iglesia, Pedrito el cual se divertía asustando a los borrachos que pasaban por el jardín y a los despistados.

Rápidamente Don Antonio y compañía contaron a todos en el pueblo lo sucedido, pero nadie les creyó. Y aunque hasta el día de hoy, no ha vuelto a aparecer el monje, su historia aún se cuenta en Aguascalientes.

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