Los cementerios tienen miles de historias que contar. Este recinto para el descanso eterno de cuerpo, presenta en muchas ocasiones, eventos inexplicables que los más sensibles llegan a ver, escuchar o sentir, teniendo una conexión con el más allá.
Irene, alma juguetona de Jalisco
Corrían los años 30, en el siglo XX. Los Hernández, reciben una llamada con una noticia lamentable. Humberto, un tío un querido, había fallecido. Como lo dicta la costumbre, la familia debía presentar su respeto y acompañarle en este último adiós.
Irene, la única hija de la pareja debía asistir, para comprender que la vida tiene un inicio y un final; además que la familia debe ser solidaria, sobre todo en momentos difíciles.
A pesar de la desaprobación de algunos amigos y allegados, fueron a la inhumación del tío Humberto. El capítulo, estuvo plagado de escenas muy tristes; llantos, gritos y desesperación se adueñaron del lugar, y llegado el momento de enterrarle, cada asistente se retiró.
Al arribar a casa, los Hernández notaron que olvidaban algo. La pequeña Irene no regresó con ellos. De vuelta al panteón, hablaron con el portero y trabajadores que aún quedaban en el sitio; fue buscada en cada rincón, sin éxito.
Las autoridades iniciaron una minuciosa búsqueda en todo el pueblo, casa por casa. Al final, no hubo rastro de la niña perdida.
¡No lo es todo!
Se presumió durante muchos años que había sido raptada. Cada día, la madre lloraba sintiéndose culpable del suceso. Un día llegó otro aviso lamentable. La esposa del tío Humberto había fallecido y sería enterrada, en la misma parcela que él, cumpliendo así con la última voluntad de la difunta.
Sin embargo, esta vez se descubrió otro suceso. Al cavar la tumba nuevamente, se consiguieron con los restos de un cadáver de huesos pequeños. Era Irene, que inexplicablemente en el sepelio, cayó al fondo de la fosa se golpeó la cabeza y murió instantáneamente. A esta última conclusión, se llegó luego de las experticias pertinentes, según comentan.
Se dice que el alma de Irene vaga en los pasillos de aquél cementerio, en busca de juegos y diversión. Frecuentemente se acerca a las personas, sobre todo si asisten con niños o tienen un alma pura, como alguno de ellos.
Quienes la han visto, aseguran que es un espíritu bueno, vestida de traje largo y antiguo, típico de la época en la que falleció. Si le ofreces juguetes, se los lleva gustosamente, para seguir con su infancia eterna.
La moraleja de esta historia es prevenir para no lamentar. Millones de niños se extravían, porque los adultos se encuentran ensimismados en otros asuntos, olvidando la responsabilidad de estar en su compañía.