La leyenda de Juan Soldado inició una especie de “culto” entre los pobladores y sus cercanías, incluso se propagó hasta la zona fronteriza.
De voz en voz, se relata que todo inició un 13 de febrero de 1938. Nadie imaginaría que un simple mandado que hiciera la pequeña Olga Camacho por orden de su mamá terminaría tan mal.
La niña de 8 años desapareció por algún tiempo, pero su hallazgo fue devastador para la comunidad. Se la encontró muerta y ultrajada, cuentan que el culpable era un militar de alto rango.
Tan elevada era su jerarquía que hizo recaer las consecuencias en un simple soldado: Juan Castillo Morales. Si hubo alma que conociese la identidad del violador, lo ocultó hasta el final. Porque nunca se hizo de dominio público.
¿Cómo terminó incriminado Juan?
Existen dos versiones. En una Juan llevó ropas ensangrentadas y pidió a su mujer que las lavase. Luego ella “ató” cabos (o dedujo mal), esto convertía a Juan en el sospechoso #1. Quizás el único.
La otra versión dice que entre los esposos había problemas. La mujer cegada por la rabia se convirtió en una acusadora más. Obviamente, no midió las consecuencias, su testimonio se tradujo en la muerte de Juan.

No existió defensa ni juicio. Al soldado lo llevaron al cementerio de Puerta Blanca. Allí se puso en marcha la “ley fuga”. Fue un proceso viciado desde la raíz, fingieron que el soldado intentó huir y le asesinaron en la pantomima.
Eran tantas las heridas, que solo un milagro lo salvaría. Allí falleció desangrado. Su familia y amistades insistían en que en vida fue “bueno”, defendían que jamás habría hecho tal atrocidad.
Surge la leyenda
Centenares de personas acompañaron a sus allegados en su último adiós. Así el ataúd acabo cubierto de flores, pasaron los días y permanecían personas velando la tumba.
Estos sucesos dieron pie a que se le considerase un mártir. Por ello, aquellos que sufrían por injusticias pedían su ayuda. Encima de su tumba se alzó una especie de capilla que luego se llenó de imágenes y fotos de quienes ayudó.
De igual forma, se hizo una imagen del “santo”. Se cuenta que muchos indocumentados e indigentes piden su socorro. Igualmente, ocurre con los narcotraficantes que le invocan como protector en sus negocios turbios.