En el centro de Mexicali habitaba una señora que era bien conocida por su crueldad.
Todo el pueblo sabía de sus constantes maltratos hacia sus hijos. No solo era constante escucharla gritándoles, sino que la violencia llegaba a lo físico. Incluso, era bien conocido que los dejaba encerrados en la casa.
La situación se prolongó por años. Sin embargo, como era de esperar, los niños crecieron, se casaron e independizaron. Dejándola totalmente sola, en el olvido.
El arrepentimiento
El abandono hizo mella en la mujer, el remordimiento y la culpa se apoderaron de ella. Por una vez consciente de la gravedad de sus actos, acudió a la iglesia más cercana para hablarlo con el sacerdote. Le detalló la tamaña crueldad e injusticia contra sus hijos.
El padre la escuchó con la mayor atención posible. Le contestó que había cometido muchísimos pecados y le aconsejó emprender un viaje a Roma. Para una vez allí hallar el perdón divino.
Ella le confesó que su pobreza le impedía emprender una travesía, mucho menos una con un destino tan alejado. Considerando esta realidad, el sacerdote le ordenó pedir limosna para costear el viaje.
Ah, pero tantos pecados requerían una penitencia acorde. Por tanto, podía aceptar solamente monedas de 5 centavos. Si le diesen de mayor cantidad, estaba en la obligación de rechazarlas y devolverlas.
Limosnera
Sin demora alguna, comenzó a cumplir la penitencia dada. A diario se sentaba en las puertas del templo para pedir limosna. Fueron muchos los que se extrañaron que no aceptase monedas sino eran de 5 céntimos. Desde entonces le decían “la señora del cinco”
Pasó mucho tiempo, cuando estaba cerca de recaudar los fondos para el viaje tuvo quebrantos de salud y falleció.
Algunos días luego de su defunción, un hombre que pasaba por la iglesia de noche encontró a una vieja. Esta se cubría la cabeza con un velo y parecía muy pobre.
Ella se acercó para pedirle que le regalase cinco céntimos. Al no tener, el hombre le regaló una moneda de veinte. Enfurecida, mostró el rostro cadavérico que el velo ocultaba y lo maldijo a gritos por darle una moneda de mayor valía.
Entre los pobladores, se rumorea que a muchos les ocurrió algo similar seguido por eventos trágicos. La leyenda se divulgó de tal manera que se hizo costumbre siempre tener una moneda de cinco al salir de casa.
¿Sacerdote o esposo?
Es común que las leyendas tengan versiones distintas, conservando la mayoría de su historia intacta. La leyenda de la mujer del cinco tampoco es la excepción.
Hay quien dice que sus maltratos se extendían más allá de sus familiares. Puesto que era el motivo de desgracia incluso para sus amigos. Igualmente, en su ancianidad se arrepintió. Sin embargo, en la otra versión lo hizo sollozando en el sepulcro de su esposo.
Lloró sin cesar, hasta que el difunto se le apareció. Este le dijo que para enmendarse necesitaba una expiación equiparable con sus atrocidades. Ella le dijo que haría lo que fuese.
El difunto le dijo que juntase 1 millón de pesos, pero con base en monedas de 5 céntimos. Si le regalaban monedas mayores, tenía que devolverlas. Una vez reunida la cantidad, tendría que donarlas a los geriátricos, gente abandonada y pobres.
Era la única forma de salvar su alma. La mujer se entregó con todo empeño a cumplir con su penitencia, pero en un día veraniego murió por un golpe de calor.
Todavía después de su muerte siguió apareciéndose y reuniendo los fondos de noche. La gente la continuó ayudando, incluso sabiéndola muerta no le temían. En cambio, se extrañaron cuando desapareció.
Se dice que finalmente descansó en paz. Porque ancianos, pobres y abandonados recibieron donaciones anónimas en monedas de 5 que reunían 1 millón de pesos.