El relato nos cuenta que en este cerro, yace una gruta o cueva escondida. Pero lo que diferencia a esta de otras, es que se encuentra bloqueada y oculta durante todo el año y cuando te acercas a ella, te topas con una pared rocosa.
Sin embargo, esta abre su entrada solo durante un día cada año, y es el Jueves Santo. Hay rumores de que, en alguna ocasión, una persona consiguió entrar y explorar lo que yacía dentro de esta.
Después, al salir, contó que dentro de la cueva puedes encontrarte con todo tipo de comidas, que van desde frutas, hasta atole, tamales, entre otras cosas. Además, y esto es lo más interesante, dentro de esta gruta viven personas en comunidad.
Sorpresivamente, cuenta la persona, son muy amables con aquellos extraños que visitan su hogar, pues uno pensaría que serían desconfiados por naturaleza, pero no es así.
Aquellas personas que consiguen ingresar a la cueva, tienen la libertad de comer todo lo que les plazca, pero la única condición que existe es que está prohibido que se lleven algo del lugar hacia el exterior.
Cuando se acerca la media noche, los visitantes son echados de la cueva, pues se aproxima el cierra de la entrada a esta, y no volverá a abrirse hasta el año siguiente, en el próximo Jueves Santo.
Algunos historiadores cuentan también que, en algún momento, se puso una cruz blanca de madera en lo más alto de este cerro, con la finalidad de proteger a la comunidad. Esto porque se creía que se trataba de una especie de volcán, pero de agua y que, eventualmente, podría desbordarse e inundar sus alrededores.
De hecho, consideran que es esta cruz la que mantiene el agua del interior del cerro en completa calma, y evita que se desborde. Esta cruz blanca fue elegida porque forma parte de la creencia y religión católica de Semana Santa.