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La casita del horror

La leyenda de la Tisigua

La Tisigua

Este relato nos cuenta que, la Tisigua, era una mujer o entidad con forma de esta, que se le aparecía a aquellos que se quedaban durante mucho tiempo en las pozas, y cuando ella elegía a su víctima, los dejaba locos.

La historia más popular relacionada a la Tisigua, nos habla de Nicho, el cual era el hijo de doña Micaela y de un cañero al que llamaban de cariño “El cashi”.

En una ocasión, cuando se iba a celebrar un evento en la localidad, la mamá de Nicho le preparó una buena vestimenta para que se luciera en el mismo. Sin embargo, este quería darse un baño en la poza antes de ir.

Su mamá le advirtió que no era prudente que tardara mucho rato, ya que había rumores de que la Tisigua estaba frecuentando esas zonas. El joven se burló de estas historias e ignorando el aviso de su madre, se dirigió a las pozas.

Una vez llegó, no perdió tiempo y se desvistió para bañarse en la poza. Cuando se estaba echando jabón, escuchó el sonido que era parecido a unos aplausos, a los cuales se les sumó un ruido que se asemejaba a un silbido.

Sin embargo, Nicho tenía jabón en los ojos, por lo que no podía ver correctamente. Pero escuchaba esos sonidos que estaban, al principio, a la distancia, pero luego se acercaron más y más, hasta que los escuchó detrás de él. Asustado, decidió sumergirse para removerse el jabón y poder ver lo que sucedía.

No obstante, al salir del agua, pudo ver como también salía la cara de una mujer, era rubia, con nariz perfilada y unos ojos azules como el cielo. Era una bella mujer. Rápidamente Nicho intentó seguirla, pero esta se le escapó entre la maleza, raíces y espinas del lugar.

Luego de un rato de estar persiguiéndola, ella se sumergió en el agua nuevamente e inmediatamente Nicho recordó las historias que le comentó su mamá, pero reunió valor y se lanzó sobre ella. Finalmente, cuando estuvo a punto de tocarla, ella salió de la poza y tomó el sobrero que él había llevado, procedió a llenarlo de agua y se lo puso en la cabeza.

Nicho sintió que el agua que escurría de su sombrero olía a azufre y pudo ver a la mujer riéndose de él. Aunque no se rindió e intentó alcanzarla, ella se desvaneció entre los árboles que estaban en la poza. Pero a partir de ese momento, el joven había perdido la razón.

Como pudo regresó a su casa y su mamá entendió lo que había sucedido, por lo que lo llevó con un curandero para recuperar a su hijo, pero lamentablemente no pudo hacer nada para que Nicho recuperara la cordura.

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