Esta leyenda nos traslada cientos de años atrás, a la época de Pancho Villa.
Cuando este se encontraba reclutando personas para unirse a su propósito, pasó por San Andrés. En este lugar, conoció a un telegrafista, al cual le pidió que se le uniera, pero este lo rechazó.
Sin embargo, Pancho Villa, tan persistente como era, no dejó de insistirle para que formara parte de su misión, pero el hombre se negó rotundamente. Entonces, lleno de rabia, Pancho solicitó que lo fusilaran por su rechazo.
Fue en ese entonces cuando algunos de los acompañantes de Pancho se llevaron al hombre al panteón para ejecutar el fusilamiento. Pero antes de lograrlo, el perro que era propiedad del telegrafista se lanzó sobre quienes querían llevarse a su dueño. Por esta razón, Pancho ordenó que el perro fuera encadenado para que no molestara más.
Pero la lealtad de un amigo puede mucho más que cualquier cadena. Es por esta razón que el perro nunca se rindió y continuó forcejeando, pese a estar encadenado, y logró zafarse justo antes de que ordenaran comenzar a disparar.
En ese instante, el perro salió corriendo lo más rápido que pudo y se travesó entre el cuerpo de su dueño y los proyectiles disparados.
Repentinamente, y entre el sonido de los disparos, se pudo escuchar un aullido fugaz, que se perdía con el viento. Al finalizar todo, habían muerto tanto el hombre como su fiel compañero.
¡Hay más!
El silencio cubrió todo el pueblo, y fue interrumpido por el sonido de un ferrocarril que se aproximaba. Y así, de esta forma, habían sido asesinados el telegrafista y su perro. Luego de este fatídico momento, Pancho Villa, junto a sus seguidores, se marcharon de la localidad de San Andrés.
Entonces, a partir de esa noche, cada vez que llega el mes de junio, las personas se asustan, pues cuando cae la noche, y el silencio cubre nuevamente todo a su paso, se puede escuchar una cadena ser arrastrada por la carretera, a lo que le acompaña el gemido de un perro.
Se cree que por esta fecha, el perro vuelve en busca en su amo, con quien no ha podido encontrarse, y recorre la localidad hasta llegar al panteón, donde misteriosamente desaparecen los sonidos.