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La casita del horror

La leyenda de la laguna del jabalí

Jabalí

Los pueblos en especial los pequeños son un hervidero de historias, allí anidan de forma particular las leyendas. Luego están van tomando fama y propagándose por toda la nación, así ocurrió con la leyenda de La laguna Jabalí.

El escenario de fondo fue un pueblito próximo a la conocida Comala, en México. Cuentan los ancianos que el suceso en cuestión se dio en la laguna del lugar. Hace tantos años que nadie podría precisar cuántos, esa laguna se volvió icónica por el misterio que la envolvió.

Era la tarde más hermosa que los pobladores vivieron hasta entonces. De repente, el viento se levantó con singular fuerza. ¡Cuántos habitantes no tuvieron que correr a guarecerse en sus hogares!

La violencia del viento les impedía avanzar, era casi como si quisiera levantarlos. La lluvia se unió con el viento e hicieron lo impensable: comenzaron a desbordar la laguna de belleza singular.

Así continuó por lo que restaba del día. Entre marcados vientos y la torrencial lluvia. De hecho, muchos atestiguan que se formó tremendo oleaje en la laguna, las olas colisionaban contras las orillas.

¡Apenas comienza!

Lo más curioso sucedería a la mañana siguiente. Las versiones se bifurcan, relatando lo acontecido de dos maneras distintas. Por una parte, algunos cuentan que en la superficie de la laguna se advirtieron unas burbujas sin ton ni son.

¡De la nada hizo su aparición un animal de grandes proporciones! Captó la atención de todos al instante con su piel luminosa, su mirada colmada de ternura y con un dejo de miedo. La criatura parecía perdida.

Ah, pero otros relatan que una ola particularmente fuerte arrastró al animal hasta la orilla. ¡Se imaginan cosa semejante? ¡Lo dejó allí como si de la concha de un caracol se tratase!

Lo indiscutible es que los poblados se quedaron perplejos, petrificados en el acto de puro miedo. No tardaron en temerle, ¿y quién los culparía? Si apareció de la nada, como si viniese de las entrañas del agua.

El temor invadió al pueblito que tomó al animal como un demonio. Poco les duraría tal idea, ¡era tan desmedida la tristeza del animal que se compadecieron de él!

Pensaron que quizás la criatura estaba triste porque no tenía nombre. De a poco los habitantes empezaron a encariñase con él, el animal resultó ser un cúmulo de ternura y totalmente inofensivo.

Movidos por la compasión, quisieron apartar de su semblante la tristeza y lo nombraron: jabalí. Jabalí vivió pacíficamente con la gente de aquel pueblo que lo atendía y cuidaban de él con esmero.

Tiempo después…

Así transcurrieron los años, hasta que una mañana cualquiera ninguna persona fue capaz de dar con él. Seguramente le habrán buscado en cada rincón del poblado, pero los intentos fueron en vano.

Se había ido sin dejar el mínimo rastro, fue grande la tristeza que compartieron los morados de aquel lugar. Les quedaba solo la esperanza de que jabalí encontrase el hogar que seguramente había perdido.

La leyenda reza que tiempo después, los habitantes notaron que al asomarse a las aguas de la laguna se veía algo particular. Muchos se aproximaron para constatarlo, ¡veían allí la cara de su amigo jabalí!

A raíz de ello, bautizaron la laguna con su nombre en homenaje al amigo tan querido.

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