Se sabe que en las sierras de Durango existen algunas cuevas escondidas, las cuales están llenas de tesoros, piedras preciosas y un sin fin de riquezas que la gente busca sin cesar. Esta leyenda es justamente eso, de la búsqueda de un tesoro para mejorar la vida de nuestros protagonistas.
En una ocasión, un hombre conocedor de las historias de dinero oculto en cuevas, reunió a algunos amigos para salir a explorar diferentes lugares. Sus compañeros lo apoyaron y salieron entusiasmados rumbo a esta gran aventura.
Ya en la sierra caminaron durante algunas horas, hasta que finalmente miraron un sitio en el que ingresó uno de ellos para ver más de cerca. Sin embargo, después de haber pasado unos cuantos metros la entrada se bloqueó.
El hombre no se percató de lo que ocurrió, y después de un rato en medio de la oscuridad, y una vez que se terminó las ramas de ocote que utilizo para iluminarse, retrocedió buscando la salida. Él no lograba hallarla y después de algunos momentos angustiosos miro a alguien.
Fue en ese momento que apareció un viejo que le comento que fue enviado para ayudarlo. Se quedaron charlando unos minutos y en medio de la plática, le contó que ahí enfrente, había una gran entrada en donde podría mirar el tesoro que tanto buscaba.
Los hombres no charlaron más y se dirigieron a la salida, pero para su sorpresa, una vez que salió de ahí y preguntó por su ahora compañero, sus amigos le dijeron que no enviaron a nadie.
La sorpresa había sido mayúscula ya que les narro lo que sucedió, y aunque trataron de volver a entrar por aquellas riquezas, en cada ocasión, ocurrieron imprevistos que los obligaban a abandonar su búsqueda hasta que un día simplemente la dejaron atrás.