
Cuenta la leyenda, que en un Pueblito cercano al río Tunal de Durango, existió un matrimonio cuyas hijas, gozaban de una belleza tan inigualable y codiciada que las mismas chicas, pidieron a su padre que no le concedieran a hombre alguno su mano en matrimonio, pues estarían buscando en ella su belleza y no los movería el amor.
Ante la peculiar petición el hombre se concierte en celoso custodio de sus hijas, y con mosquete en mano, se paseaba día y noche por los alrededores de la propiedad, mientras que las chicas, calmaban la ansiedad cantando románticas canciones en los márgenes de ese mismo río que se convertiría en su última morada por la eternidad.
El canto que aún se escucha a orillas del Tunal…
Es en ese mismo lugar donde las chicas desahogaban su soledad y aburrimiento hablando, bañándose y cantando para pasar el rato, donde durante las noches de luna llena, quienes pasean cerca se erizan al escuchar los cánticos, sin atreverse a explorar la periferia en busca de las voces.
La maldición que les causaría la muerte
Un día común, las muchachas se vieron sorprendidas por tres mancebos, quienes con mucha caballerosidad, confesaron haberse enamorado de la melodía de sus voces desde el momento en la que las escucharan a la lejanía, halagadas por tal confesión, las hermosas damas rompen su propia promesa y nacen tres parejas que se prometieron amor eterno.
Pactando verse cada noche alumbrada por la luna, los encuentros se hicieron cada vez más frecuentes, lo que despertó las sospechas del padre, quien les siguiera para descubrirles en los brazos de aquellos hombres.
Al sentirse traicionados, cegados por la rabia y llenos de dolor, los padres de las muchachas imploran con los ojos puestos en el firmamento, un conjuro que convertiría a sus preciados tesoros en piedras, dejándoles ancladas al fondo del río en el que rompieron su promesa.
¿Qué pasó con los pretendientes?
De aquellos enamorados caballeros, se desconoció su destino, algunos dicen que regresaban frecuentemente intentando alcanzar el sonido del cántico de sus amadas, esas que continúan en su baño eterno bajo la forma de tres piedras azules, una de las cuales lleva la peineta que en el momento de su transformación, portaba en la cabeza.
Quienes se animen a intentar descifrar lo que dicen los fantasmales cánticos a orillas del Tunal durante las noches de luna llena, tal vez encuentren la verdad oculta tras el misterio, o se sorprendan del poder que algunas maldiciones pueden tener, incluso para propiciar la muerte. En cualquiera de los casos, mejor no averiguar demasiado.