En una popular calle de México, existe una gran casa de aspecto nuevo, pues recientemente sufrió una remodelación, pero que durante muchos años ha permanecido deshabitada.
Ha sido mucho lo que se ha dicho y tal vez especulado acerca de ella hasta el punto de producir tal fenómeno, delineado por apariciones, gritos y entre otros horrores que se difunden de boca en boca.
Sin embargo, la raíz de estos sucesos parten de una historia sobre lo que se desconoce el origen, incluso la época específica, y a pesar de contener datos específicos sin registro alguno concreto.
Cuenta la leyenda
Hace muchos años, un joven de 19 años llamado Alberto se fue de su pueblo a vivir en Zacatecas para realizar sus estudios en la carrera de contabilidad y ayudar a sus padres y cinco hermanos menores.
Durante ese tiempo se dedicó a trabajar en una carnicería para cubrir sus gastos, y en el camino conoció a Susana, una chica de familia más acaudalada de quien se enamoró profundamente y juró conquistar.
Eventualmente lo consiguió, iniciando un noviazgo perfecto durante tres años y finalmente casándose ya con un empleo seguro para Alberto y la posibilidad de tener una vida feliz hasta que la muerte los separe.
Poco a poco la vida de los dos fue mejorando gracias al talento y buen trabajo de Alberto, su carisma y sencillez, lograron alcanzar una estabilidad financiera y hasta costearse un auto de mucha demanda.
Sin embargo, a cambio de tanto bienestar, Alberto comenzó a descuidar a su esposa, pasando horas extras en la oficina, en reuniones de negocios, jornadas de formación entre otros tantos compromisos laborales.
Por su parte, Susana se fue convirtiendo en una mujer sumamente celosa, con muchas razones para dudar puesto que entre tanta gente, Alberto compartía con mujeres, aunque jamás pensó siquiera en ser infiel.
No obstante, una noche Alberto llegó apresuradamente a casa para tomar una ducha y salir a una cena de trabajo, su esposa, revisando su agenda encontró un número sin nombre, marcó y contestó una mujer.
En ese momento se imaginó lo peor, con lo que además un par de boletos de avión que le hicieron pensar que esa misma noche su esposo la abandonaría; envenenada por la idea no lo pensó más y lo apuñaló.
Casi tan inmediatamente como lo hizo, recibió una llamada de la misma mujer a quien había marcado antes, de su jefe del trabajo y de un compañero más, en una y otra refiriendo la segunda luna de miel sorpresa.
Atormentada por lo que acababa de hacer, decidió escribir una carta confesando todo lo que había hecho y hacer justicia por sí misma, tomando el mismo cuchillo para cortarse las venas y arrancarse del mundo.
Esa misma noche, la policía realizó los trabajos pertinentes pues antes de morir, Susana llamó a sus padres para informar lo que había hecho y que fueran a buscarla, a su cuerpo y de su difunto y amado Alberto.
No obstante, públicamente el suceso fue adjudicado a un asalto, probablemente porque los padres de Susana solicitaron que no se hiciera público el hecho de que ella misma había cometido un crimen tan despiadado.